Hoy, el Distrito de San Juan es la región de mayor desigualdad social en todo el continente americano y una de las de mayor desigualdad de todo el mundo. Mientras esto ocurre, el Gobierno en su País de las Maravillas, sigue soñando con trenes que no llegan a ningún lugar, con un desarrollo urbano que no responde a las necesidades de sus ciudadanos, y por supuesto con asfaltado, porque en este país nos encanta asfaltar. Se ha convertido en el nuevo indicador de progreso y desarrollo. En su visión de país, si su calle está asfaltada, eso significa que el gobierno está “haciendo que las cosas pasen”. Esto es un reflejo de cuán trastocadas están las prioridades de este gobierno. Nuestro Distrito también vive una crisis de seguridad pública, carece de un sistema de transporte público sensible a las necesidades de la clase trabajadora, carece de alternativas de vivienda asequible para sus residentes, y para los emprendedores.
En este cuatrienio no ha existido una sola voz en las estructuras de gobierno municipales ni entre sus legisladores de distrito que haya levantado la voz ante el gobierno sobre la crisis de seguridad, salud, vivienda, educación y de trabajo digno que viven sus ciudadanos. Necesitamos un gobierno que se atreva mirar la pobreza a la cara en lugar de barrerla bajo la brea de la insensibilidad y la ignorancia. No nos podemos conformar con dos países en una misma ciudad: uno pobre y uno rico. Mientras no se prioricen las necesidades fundamentales de nuestros ciudadanos, nunca podremos aspirar a ser una mejor ciudad.
Alcemos la voz.