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Jefas de familia- mujeres fuertes y valientes

Me conmueve mucho esta columna de Vilmarie Rivera Sierra y la situación que hoy vive Yamilett Zapata Ventura, de 25 años, quien fue arrestada el pasado sábado por la Policía de Puerto Rico, luego de que dejara a su hija de 9 años a cargo de sus otros dos hermanos menores, de 7 y 2 años, en San Juan. Resulta frustrante que todavía hoy nos neguemos a mirar la pobreza a la cara. La pobreza de hoy tiene rostro de mujer- madre soltera jefa de familia. Según el portal del Censo para el año 2022, casi el 57% de las mujeres madres jefas de familia vivían bajo los niveles de pobreza. En consecuencia a ello, casi un 60% de nuestra niñez también vive bajo niveles de pobreza en nuestro país.


Necesitamos trabajar unidos para luchar contra las desigualdades sociales que limitan las posibilidades de movilidad social de las mujeres y de la niñez, y que promueven discrimen, violencia y mayor pobreza en el país.

Mi vivencia personal…

No puedo evitar recordar lo duro que fue para mami enfrentar la vida como madre soltera. De niña se me hacía difícil asimilar todos los sacrificios, las limitaciones, los desvelos, el empeño en trabajar, trabajar, trabajar… no entendía las largas madrugadas de mami trabajando en su máquina de coser que no me permitían dormir, no tan solo por el ruido de la máquina Singer 201 de los años 50, sino porque yo le servía de modelo de todos sus diseños. Así que mi cama y refugio solía ser debajo de la mesa de cortar, lugar donde mami solía almacenar todos los rollos y cortes de tela.


Debajo de esa mesa, que se convirtió en un refugio, pasaba las madrugadas, acostada sobre decenas de telas de maravillosos colores y texturas. Pasaba las horas observando la silueta de mami, a través de la limitada transparencia de la falda de la mesa, concentrada en su trabajo mientras escuchaba algún programa de radio que solía transmitirse en vivo de madrugada, supongo yo que para quienes no podían dormir. Recuerdo la voz del locutor quien contestaba llamadas, la mayoría de mujeres que cantaban a capella por teléfono. Me acostumbré a dormir poco y a llegar trasnochada a la escuela.



La vida con ella fue muy, muy dura. A pesar de ello, logró crear un entorno maravilloso en ese mundo de telas y creatividad. Entre el locutor de radio y el ruido de la máquina de coser, mami solía relatarme historias extraordinarias- del Dalai Lama y otros monjes tibetanos, cuentos del mediano y del lejano oriente, de los Rosacruces, y otros personajes reales y míticos.


Gran parte de mi niñez la pase sola mientras mami trabajaba. Todos los días llegaba de la escuela a una casa solitaria. Ya más o menos había aprendido a manejarme en esa soledad que se convirtió en mi compañera de vida. Con el tiempo, mientras se alejaba mi niñez y llegaba a la adolescencia, se me hacía difícil entender por qué nos había tocado vivir una vida tan dura. Me tomó algunos años superar el resentimiento que sentía hacia la vida por lo que veía como una injusticia. En todo ese proceso de sanación aprendí a valorar lo maravillosa que fue mi madre. Había que ponerse en sus zapatos para entender el extraordinario ser humano que fue. A la distancia del tiempo y la memoria, estoy eternamente agradecida con la vida por haberme dado la mejor madre que jamás hubiera podido tener.


Hoy, gran parte del apoyo que reciben las mujeres para enfrentar los retos de levantar una familia, conseguir un trabajo y una vivienda digna, sobrevivir una vida sin violencia, lograr el mayor potencial de sus vidas, lo obtienen de organizaciones comunitarias y sin fines de lucro, que por décadas han atendido a las comunidades más vulnerabilizadas por la desigualdad social. El gobierno central ha mostrado no tan solo ser ineficiente en atender las necesidades básicas de la población, sino que ha mostrado ser insensible ante ellas. Por eso tenemos que fortalecer la creación de alianzas entre estas organizaciones y los gobiernos municipales cuya cercanía nos permite atender de manera más eficiente las prioridades de nuestra gente.


Necesitamos un gobierno que se atreva mirar la pobreza a la cara en lugar de barrerla bajo la brea de la indiferencia y la ignorancia. Necesitamos y podemos ser un mejor país para todos y todas.

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